Carlos Ornelas
La bronca empieza antes de la Nochebuena. Las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se preparan para desplegar sus destrezas en 2024, el año de la madre de todas las elecciones. Por una parte, la facción mayoritaria, la que comanda Alfonso Cepeda Salas, secretario general del Comité Ejecutivo Nacional, comenzó en Nuevo León su campaña para levantar el pliego petitorio 2024. Por otra parte, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, organizó ayer un paro en la Ciudad de México y mantiene la presión en Oaxaca y Chiapas.
La estrategia de Cepeda Salas incluye salmearías al presidente Andrés Manuel López Obrador y guiños a la candidata de Morena a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, acompañada de artificios y hasta falsificaciones, como asegurar que “nosotros ya reivindicamos al Personal de Apoyo y Asistencia a la Educación que ganaba, si recuerdan, seis mil pesos mensuales en promedio; ahora ganan 16 mil” (Comunicado SNTE 71-2023, 04/12).
Por cierto, en las ceremonias del SNTE se replica el culto a la personalidad del líder con frases que recuerdan los tiempos de Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo. José Francisco Martínez Calderón, secretario general de la Sección 21, de Nuevo León, lanzó una alocución adulona: “Tenemos la certeza que nuestra organización sindical tiene un rumbo claro y definido, porque se encuentra dirigida por el maestro Alfonso Cepeda Salas, una persona con una gran vocación de servicio, con oficio político y con un liderazgo visionario con el cual vamos a seguir avanzando”. Le ratificó su lealtad.
La facción de Cepeda Salas privilegia el “diálogo”, que puede interpretarse como presión tibia, con la Secretaría de Educación Pública, en particular con la titular Leticia Ramírez Amaya. La CNTE carga el apremio vociferante, desampara a escuelas y estudiantes, marcha, enloquece el tráfico y lastima a la ciudadanía. Ambas facciones defienden sus intereses, una con el verbo y palabras aduladoras, la otra con enjundia y voces cargadas de insultos. La mayoritaria se apega con docilidad a las consignas de la Nueva Escuela Mexicana —aunque no las comprenda por completo—, la otra reclama su proyecto que pone en práctica en sus territorios. Una se inclina ante el poder, la otra lo desafía. Con tácticas distintas, una y otra consiguen resultados favorables a sus intereses. Sin embargo, no se beneficia para nada a la educación.
A juzgar por la oratoria de cada cuadrilla del SNTE, parece que el año electoral les cae como anillo al dedo. La mayoritaria ofrecerá —claro, con discreción— movilizar al magisterio para que voten por la alianza Morena-PVEM-PT. Los líderes de la CNTE conservarán la retórica de no alianzas con partidos políticos, pero buscarán posiciones dentro de Morena, aunque no sea seguro que sus bases los seguirán. Los buscones de canonjías pescarán en río revuelto.
Visto en la perspectiva del plazo largo, la historia se repite. Una facción lisonjea al poderoso, la otra lo vilipendia. Pero, por más que parezca, no son tácticas contradictorias, se complementa de maravilla; son piezas que embonan y salvaguardan los intereses del corporativismo sindical. Contrario a lo que pregonan, no defienden a los maestros, aunque obtengan ciertas ganancias.
Lo que observamos en esta primera semana de diciembre, son ensayos de lo que se aproxima. El año que viene será de duras pruebas para México, con elecciones donde el gobierno destina recursos incalculables a la campaña de Morena y arengas de odio contra los opositores, que vaticinan conflicto postelectoral. Será un año caldeado donde las facciones del SNTE buscarán fortalecer sus posiciones, pero a costa de que la educación se degrade más. A ninguna de estas partidas les interesan los niños.